Todo el mundo sabe lo que son las
lentillas. No son tan conocidos los cambios que inducen en los ojos y los
posibles riesgos que implica su uso. Estos riesgos son escasos si se hace un
uso responsable, pero no está de más conocerlos.
Antes de empezar, conviene saber
algo de la superficie ocular, el lugar donde se coloca la lente de contacto.
Ésta consta de dos partes fundamentales:
* La conjuntiva: es una membrana transparente que recubre la parte delantera del ojo (excepto la córnea) y los párpados por dentro. Está en “lo blanco del ojo”. El color blanco lo da una estructura que hay debajo, la esclera. La conjuntiva como tal es bastante transparente, con lo que normalmente sólo se ven los vasos sanguíneos. Es un tejido elástico, algo móvil, y consta de una capa de células en contacto con la lágrima y el aire, y debajo un tejido de sostén con fibras elásticas que dan consistencia a la conjuntiva. En este tejido de sostén se encuentran los vasos sanguíneos, los “capilares venosos” rojizos que vemos a simple vista.
La conjuntiva como tal produce una parte importante de la lágrima. Debe estar siempre húmeda, bañada en esta lágrima. Cualquier agresión o irritación externa produce que la conjuntiva se inflame, enrojeciéndose y produciendo una secreción defensiva a modo de moco, que llamamos normalmente legaña. Esta inflamación se llama conjuntivitis.
Existen muchos tipos de conjuntivitis: infecciosa (vírica o bacteriana), alérgica, tóxica, química, etc. Cuando la conjuntiva se queda seca (no está bañada totalmente y de forma permanente por la lágrima) se produce un ojo seco, que sería algo parecido a una conjuntivitis crónica. Las conjuntivitis son la causa más frecuente de los ojos rojos.
* La córnea: Es un tejido
totalmente transparente y sin vasos sanguíneos, está delante de “la parte de
color” del ojo, delante del iris.
La mayoría de las personas no son
conscientes de la existencia de la córnea, porque es casi invisible debido a su
transparencia. Es un tejido más “noble” que la conjuntiva, porque es más
sensible, más delicada y más importante para la función del ojo. Es un casquete
de esfera de unos 11 milímetros de diámetro y medio milimetro de espesor, sus
límites se continúan con la conjuntiva y la esclera.
También necesita estar constantemente húmeda, como la conjuntiva. Es fundamental su transparencia para que a través de ella entren los rayos de luz. Debido a eso no puede tener vasos sanguíneos, ya que éstos son opacos. Lo que sí que tiene la córnea, por ejemplo, son nervios, que sí son transparentes. La córnea es la parte más sensible del cuerpo humano por su gran cantidad de terminaciones nerviosas.
Entonces, si no llega la sangre a la córnea, ¿cómo se alimenta y oxigena?. Es bien sabido que todos los tejidos vivos necesitan primeramente oxígeno y también nutrientes para sobrevivir. En la córnea hay células vivas, por lo que tiene las mismas necesidades. La parte más periférica, la que está cerca de la conjuntiva, se nutre gracias a los vasos de ésta. Pero la gran mayoría de la córnea está muy lejos de los vasos sanguíneos conjuntivales para poderse aprovechar, así que hace falta más soluciones. La parte posterior está en contacto con el humor acuoso, el medio líquido transparente que hay entre el cristalino y la córnea. Este humor acuoso es básicamente un filtrado de la sangre, por lo que tiene oxígeno y nutrientes, así que esta parte posterior está bien “atendida”. El problema es la parte anterior de la córnea. Los nutrientes van llegando sin mayor problema a través de la conjuntiva que lo va disolviendo en la lágrima, pero las necesidades de oxígeno son grandes y la reserva de éste en la lágrima es muy pequeña. Entonces ocurre algo muy curioso, que a la vez es fácil de entender. La córnea toma el oxígeno del aire. Como la lágrima está en contacto con el aire, recoge el oxígeno que forma parte del ambiente, y este oxígeno pasa rápidamente a la córnea.
El funcionamiento de la lentilla
es bien conocido; es una superficie transparente que se adapta a la superficie
ocular (principalmente a la córnea, aunque las blandas normalmente se extienden
un poco hacia la conjuntiva).
Esta lentilla tiene poder refractivo, es decir, es capaz de desviar la luz, por lo que es capaz de corregir algunos problemas de graduación del ojo. Sin embargo, el uso de lentillas produce unos cambios en el ojo:
* Efectos directos sobre el área
de contacto: La lentilla no deja de ser un cuerpo extraño en contacto
principalmente con la córnea. Por tanto, puede favorecer o mantener erosiones,
úlceras, etc. Por otra parte, también está en contacto con la parte interior
del párpado superior. Al cerrar y abrir el ojo, el párpado se desliza sobre la
lentilla en vez de sobre la córnea. El tejido que tapiza por dentro al párpado
también es conjuntiva, por lo que la lentilla puede producir un tipo especial
de conjuntivitis crónica, en la cual este tejido reacciona contra un cuerpo
extraño: la lentilla. También como efecto crónico, el apoyo continuo de la
lentilla sobre la córnea termina disminuyendo la sensibilidad de ésta. Esto se
denomina “anestesia corneal”, y eso también favorece la aparición del úlceras
(como el ojo no “siente” un pequeño daño, no pone las medidas adecuadas para
evitarlo). Por otra parte, lo mismo que la conjuntiva reacciona defendiéndose
de la lentilla (una conjuntivitis crónica característica), la córnea también lo
puede hacer. Es más difícil, debido a que al carecer de vasos, las células
defensivas (responsables de la inflamación) no llegan bien a la córnea. Un uso
intensivo de lentillas, un mayor contacto entre córnea y lentilla (como ocurre
con la sequedad, como explico más abajo), o una úlcera o erosión, puede de
todas formas producir esta reacción inflamatoria. Suele ser una complicación
aguda, el ojo se pone muy rojo e irritado, y estas células defensivas se
acumulan en la córnea haciendo que pierda transparencia (por lo que de forma
transitoria disminuye la visión)
* Efectos sobre la lágrima. Las
lentillas interfieren en la dinámica natural de la lágrima. Es un cuerpo
extraño, y la lágrima tiene que situarse, por una parte entre la córnea y la
lentilla, y por otra parte entre la lentilla y el aire (o entre la lentilla y
el párpado cuando tenemos el ojo cerrado o parpadeamos).
O sea, necesitamos más cantidad
de lágrima, de lo contrario la lentilla rozará nuestros tejidos y surgirán
problemas. Pero si usamos lentillas blandas (la gran mayoría de los usuarios
utilizan éstas), es peor: las lentillas blandas son como esponjas que atrapan
el agua y necesitan mucha más humedad para no adherirse a la córnea como una
lapa. Las lentillas semirrígidas, aunque son más incómodas de llevar
inicialmente, no interactúan tanto con la lágrima, por lo que no se hidratan
gracias a ésta (y no “roban” humedad al ojo), y además no se adhieren tanto al
ojo cuando falta lágrima. En conclusión, se produce un ojo seco, que entre
otras cosas complica los otros efectos de la lentilla (aparición de úlceras,
conjuntivitis crónica, mala circulación del oxígeno, etc)
* Efecto sobre el transporte de
oxígeno. Sabemos que la parte anterior de la córnea “respira” gracias al
oxígeno del aire. Si ponemos una barrera como la lentilla, esa respiración se
ve dificultada de forma considerable. Incluso las que nos venden como
“permeables al gas”, aunque permiten mejor el paso de oxígeno a su través, ni
mucho menos es igual a no llevar lentillas. Existe alguna complicación aguda
derivada de ésto. Sucede principalmente cuando la lentilla está muy apretada,
por falta de lágrima entre lentilla y córnea. Un ejemplo: quedarse dormido con
la lentilla. Se puede producir una falta de oxígeno “aguda”, y las células del
epitelio se hinchan y pierden transparencia. Suelen ser cambios reversibles,
pero la córnea sufre. También hay cambios crónicos: una córnea que se asfixia
se regenera peor, por lo que es más fácil que se produzcan úlceras. Además, los
nervios también se pueden ver resentidos por esa falta de oxígeno, por lo que
también se favorecer la anestesia corneal que he mencionado antes. Por otra
parte, como a la córnea le falta oxígeno, con el paso del tiempo ordena a los
vasos sanguíneos de la conjuntiva que se “acercen” para traer oxígeno. Es
decir, estos vasos van creciendo para invadir la córnea. Normalmente este
crecimiento es escaso, no suele comprometer la transparencia de la córnea como
para que nos impida la visión, pero la zona periférica de la córnea (que se
llama “limbo”), al verse invadida por estos vasos, deja de funcionar bien.
Resulta que el limbo es la zona
de regeneración de la córnea, aquí se crean las nuevas células del epitelio.
También el limbo se ve afectado por el apoyo directo de la córnea. El caso es
que si el limbo se ve alterado, regenera peor el epitelio. O sea más facilidad
para las úlceras y más dificultad para que se cierren.
Defectos del epitelio
De forma aguda, la lentilla puede producir o favorecer una falta de epitelio, una “herida superficial” en la córnea. Cuando el defecto es grande se llama úlcera, pero cuando son muchos defectos pequeños y microscópicos se llaman “queratitis”.
De forma aguda, la lentilla puede producir o favorecer una falta de epitelio, una “herida superficial” en la córnea. Cuando el defecto es grande se llama úlcera, pero cuando son muchos defectos pequeños y microscópicos se llaman “queratitis”.
Queratitis significa etimológicamente inflamación de la córnea, y hay de muchas clases clases. Pero cuando hablamos de queratitis a secas nos solemos referir al tipo de lesión que nos ocupa: múltiples defectos diminutos del epitelio.
Aquí vemos a mayor aumento esa queratitis. Son puntos diminutos, debemos teñirlos de alguna forma para verlos mejor, porque son transparentes.
Estas queratitis se pueden complicar con una reacción defensiva en la que se acumulan en la córnea las células inflamatorias. Esta infiltración de células defensivas producen un cuadro más severo, que suele requerir un tratamiento más cuidadoso.
Ya no hace falta teñir la córnea,
estos infiltrados tienen un color blanquecino
característico que podemos identificar bien. Dejamos ya la queratitis y la
infiltración, y nos detenemos en la úlcera.
Es raro que la lentilla produzca
por sí misma una úlcera. Podría producirse si nos dormimos con las lentillas,
éstas se quedan pegadas a la córnea por la falta de lágrima, y tratar de
quitarlas nos arrancamos parte del epitelio. Una úlcera suele doler bastante
más que la queratitis (la queratitis, de hecho, puede pasar desapercibida en
los pacientes con suficiente anestesia corneal). Pero lo más importante, al ser
la úlcera más grande, constituye una peligrosa puerta de entrada para una
infección. Normalmente la córnea se defiende bien de las infecciones aunque
exista una úlcera. Un buen mecanismo es el mismo parpadeo; el párpado arrastra
la lágrima contaminada lejos de la úlcera. Aparte de que la superficie ocular,
aunque no es estéril está bastante libre de gérmenes, gracias entre otras cosas
a diversos efectos bactericidas de la lágrima. Pero cuando hay puesta una lentilla,
estos mecanismos defensivos no funcionan bien. El parpadeo no “lava” la úlcera,
porque ésta queda bajo la lentilla. No circula bien la lágrima con lo que las
bacterias no se ven arrastradas, se acumulan en la úlcera. La lágrima también
se ve alterada y es menos bactericida.
Pero hay algo más importante: la lentilla, como cuerpo extraño en contacto con la úlcera, es un reservorio de bacterias y otros gérmenes. Todos estos microbios se ven protegidos dentro de la lentilla de todo el medio hostil que supone el ojo. Por tanto, una úlcera en el seno del uso de lentillas tiene un riesgo muy alto de infección.
Pero es que además esta infección tiene más peligro porque pueden deberse a gérmenes no habituales: bacterias infrecuentes (ej. Pseudomona), hongos, amebas, etc. Por otra parte, la anestesia corneal hace que el paciente se de cuenta más tarde de que tiene una úlcera, y de que está infectada.
Existen varios, todos
relacionados entre sí. Además, estos cambios crónicos favorecen las complicaciones
agudas.
* Ojo seco: casi constante en
todo usuario de lentillas, cuando aumenta su intensidad puede precipitar el
rechazo de lentillas. Y especialmente cuando las usan mujeres de mas de 50
años.
* Conjuntivitis crónica: sobre
todo por la conjuntiva que está bajo el párpado superior. Puede acabar en rechazo
de las lentillas, un párpado más caído, ojos rojos, etc
* Vascularización de la córnea periférica.
Los vasos invaden la parte de la córnea en contacto con la conjuntiva.
Empeora la salud de la córnea.
Existen más complicaciones (ni
siquiera he mencionado las alérgias, el moldeamiento corneal, y un largo
etcétera), y mucho más que hablar de las que he descrito sucintamente. Pero
con esto creo que servirá para dar una idea.
De todas formas, a pesar de lo asustado que se puede quedar uno al leer este artículo, el uso responsable de lentillas no implica un riesgo desmesurado para el ojo. Es más, en muchos casos los oftalmólogos aconsejamos su uso por encima del uso de gafas. . En algunos casos porque el apoyo sobre la córnea tiene efectos beneficiosos (en caso de algunos astigmatismos o de queratocono, que es una deformidad de la córnea). Pero sobre todo porque para ciertas graduaciones, con lentilla se ve indudablemente mejor. O sea, que muchas veces usar lentillas no es “capricho” o “estética”, sino una mejoría en la calidad de visión.
Otra cuestión sería valorar los riesgos a largo plazo de usar lentillas durante unos años, y los riesgos puntuales de una cirugía para quitarse la graduación.
En resumen, son un medio óptico,
y a veces terapéutico, para corregir defectos de refracción; su uso es bueno, y
su abuso nos trae defectos de salud. Intenta dejarte aconsejar por tu oftalmólogo.
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