Si
situamos el comienzo de la Medicina occidental en la escuela hipocrática (siglo
V a. c.), esta disciplina lleva con nosotros casi 2.500 años. En estos 25
siglos han sucedido muchas cosas. La Medicina he devenido una ciencia, y la
investigación y el método científico se han constituido como sus bases
fundamentales, la Medicina ha modificado nuestra forma de vivir y nuestros
hábitos de vida, ejerce un papel primordial en las políticas públicas… En
definitiva: la Medicina ha cambiado nuestras vidas y lo seguirá haciendo. Pero,
¿hacia donde se dirige ahora? No han faltado científicos y pensadores que a lo
largo de la Historia han creído que el ser humano ya había llegado a su máximo
nivel de desarrollo, de manera que no era posible seguir avanzando. No
sabemos si existirá un avance o un retroceso, ya que no todos los cambios son
siempre positivos; pero indudablemente la Medicina nunca permanecerá estática.
Para hablar del fututo debemos hacer un pequeño esfuerzo
de imaginación y pensar en cómo serán las cosas dentro de unos años. Para ello
hay que partir de algo inamovible, del núcleo de la Medicina: el bien interno,
lo principal que ha buscado y buscará siempre la Medicina, que no es otra cosa
que la salud de las personas. Si volvemos a los orígenes de la Medicina, a su
primer código ético, podemos leer en el Juramento Hipocrático (siglo V a. c.)
“aplicaré mis tratamientos para beneficio de los enfermos”. El filósofo escocés
Alasdair MacIntyre lo explica muy bien en Tras la virtud (1984):
un buen médico es aquel que prioriza la atención a la salud de sus enfermos,
dejando en segundo lugar aspectos como el prestigio, el dinero o el éxito.
Mientras haya Medicina, este núcleo deberá permanecer; y si esto cambia
hablaremos de otra cosa, pero no de Medicina.
El conocido informe del Hastings Center de
1996 sobre los objetivos de la Medicina (Specifying the goals of
medicine), expone cómo el objetivo de la Medicina (la salud) se
alcanza por distintas vías: la curación cuando es posible, la prevención, el
alivio de los síntomas, y el cuidado y acompañamiento. Aquí es donde vamos a
aplicar algo de imaginación. Sin olvidar qué busca la Medicina, ¿hacia dónde
vamos en materia de curación, prevención, alivio sintomático y cuidado y
acompañamiento? No podemos responder a estas preguntas con detalle: ¿qué ocurrirá
con los antibióticos?; ¿y con las zoonosis? O ¿se descubrirá pronto un
tratamiento curativo para el VIH?; pero sí podemos trazar unas líneas generales
que pueden ser orientativas.
En el campo de la curación, la investigación continuará
siendo fundamental. Hay técnicas que hace años parecían de ciencia ficción y
actualmente son una realidad. Por ejemplo, la manipulación genética de
embriones para curar enfermedades o su selección para evitarlas. La tecnología
aplicada a la Medicina no se restringirá a la genética, que indudablemente será
la pieza clave de muchas dianas terapéuticas. Otras tecnologías como los
implantes biónicos, la nanotecnología, la impresión de órganos con
biomateriales o los esperados avances en terapias con células madre pueden cambiar
por completo el enfoque de la enfermedad. Todo esto aterriza en la ya popular medicina personalizada,
en la que a cada individuo se le trata de forma personal en función de sus
dianas y peculiaridades moleculares. Los problemas de estas tecnologías futuribles
son evidentes: conllevan un alto coste económico (lo que podría derivar en una
Medicina para ricos completamente diferente) y, por otra parte, resulta muy
complejo validar muchas de estas terapias científicamente. En cualquier caso,
si pensamos en lo posible, dentro de unas décadas los trasplantes de órganos
tal y como los conocemos en la actualidad (búsqueda de donantes,
inmunosupresores de por vida, etcétera) serán parte de la historia de la
Medicina.
Si
elucubramos sobre el campo de la prevención, un aspecto muy importante será
conocer qué alimentos y hábitos de vida son realmente saludables. El futuro nos
traerá medicamentos modificados genéticamente, tal vez sin grasas saturadas o
con azúcares alterados. La prevención deberá ir por dos caminos: uno intentará
individualizar más las medidas de prevención. A nivel poblacional somos capaces
de saber si algunos alimentos (u otras medidas de prevención) son buenos para
la salud, pero falta por conocer cómo se aplica esto a cada individuo con su
genética, con los fármacos que toma y con su estilo de vida. En segundo
término, nos quedará por saber cómo afectan a nuestros organismo los nuevos
alimentos y el cambiante medio ambiente en el que vivimos.
Hemos
señalado que la Medicina es más que curar y prevenir. Tan importante como
salvar vidas puede ser aliviar, cuidar y acompañar. Es posible que lo que
exponemos a continuación sean más deseos que realidades, pero es nuestro
pronóstico. El médico de Atención Primaria tendrá más capacidad para decidir y
gestionar la salud de los enfermos. Si lo trasladamos a los cuidados y al
acompañamiento, los enfermos podrán planificar las decisiones sobre su vida
desde el ámbito de la Atención Primaria, incluidos los cuidados para los
últimos momentos. La tendencia actual es que los cuidados paliativos se
realicen desde la Atención Primaria de salud, y lo razonable es que siga siendo
así. Obviamente, para que el médico de familia pueda asumir estas
responsabilidades necesitará el tiempo del que en la actualidad no dispone.
Respecto a la atención especializada, es posible que sean necesarios menos
hospitales de agudos, pero los que existan deberán ser más eficientes, y muchos
enfermos que actualmente están ingresados en hospitales de agudos deberán estar
en centros de rehabilitación, de enfermos crónicos o de cuidados paliativos.
Para
adelantar algo, nada que ver con lo que observamos en los servicios de
urgencias o en grandes hospitales comarcales. Esperemos que parta de una mejora
en nuestros médicos de atención primaria, que son la base del arte de curar.
OFTALMÓLOGO
ESTEPONA
Comentarios
Publicar un comentario