La
conjuntivitis es una inflamación de la conjuntiva, generalmente causada por virus, bacterias o una alergia. La conjuntiva puede resultar inflamada debido a
una reacción alérgica al polvo, el moho, la caspa animal o el polen, y puede verse irritada
por la acción del viento, el polvo, el humo y otras clases de agentes que
producen polución del aire. También puede sufrir irritación debido a un resfriado
común o un brote de sarampión. La luz ultravioleta de
una soldadura eléctrica de arco, una lámpara solar o incluso la intensa luz
solar reflejada en la nieve pueden irritar la conjuntiva.
En ciertos casos, la conjuntivitis puede durar
meses o años. Esta clase de conjuntivitis puede ser causada por procesos en los
que el párpado se tuerce hacia fuera (ectropión) o hacia dentro
(entropión), problemas con los conductos lagrimales, sensibilidad a ciertos
productos químicos, exposición a sustancias irritantes e infección causada por
una bacteria en especial (típicamente
la clamidia).
La
conjuntivitis se puede contraer si la persona que la padece ha estado en contacto con manos o
toallas infectadas. Las
infecciones pueden tener un origen viral -ya que los virus de una persona infectada se propagan por el
aire-, o bacteriano. Este último se produce
por una acumulación de bacterias en el ojo que puede proceder de cualquier otra
infección producida en alguna zona del organismo. También puede ser una
irritación causada por agentes químicos, viento, polvo, humo o cualquier otro tipo de
polución ambiental.
Los síntomas de la conjuntivitis se reconocen de
inmediato ya que el ojo enrojece y lagrimea más. Asimismo, existe ardor y la sensación de tener un cuerpo extraño
dentro del ojo.
La sensibilidad a la luz es otro de los síntomas de esta afección y con
frecuencia, es necesario llevar gafas que protejan al ojo de la luz solar o ambiente.
Por otro lado, si la infección es bacteriana el ojo descarga unas mucosas
amarillas o verdes, mayormente durante la noche, que pueden pegar las pestañas.
La conjuntivitis puede ser muy contagiosa, por ello, es muy
importante lavarse bien las manos con jabón
antiséptico y utilizar toallas de papel. Después de estas sencillas medidas, hay
que limpiar suavemente los fluidos que salen de los ojos. Para disminuir la
incomodidad que produce el escozor y el picor, es conveniente utilizar
compresas de agua tibia o fría. Asimismo, hay que evitar tanto los maquillajes
como las lentes de contacto. Es necesario acudir a un especialista ya que si la
infección es bacteriana, el facultativo administrará un tratamiento con
colirios antibióticos o pomadas antibacterianas.
A grandes rasgos se pueden distinguir dos tipos de
conjuntivitis:
Alérgica: es la que surge a causa de una respuesta excesiva
a un agente externo (alérgeno). Se puede dar junto a otras enfermedades como la rinitis, la dermatitis, el asma o la urticaria. Según
su frecuencia es estacional (en determinados meses) o perenne (durante todo el
año).
Infecciosa: aparece por la infección de un virus o una
bacteria, aunque es más frecuente que sea provocada por un virus.
El médico suele realizar una historia clínica y una exploración
ocular en función de los síntomas
que estén presentes. En las conjuntivitis alérgicas, es frecuente que estos
síntomas se asocien al resto de patologías que el paciente está sufriendo, como
la rinitis o la dermatitis. En las conjuntivitis infecciosas también se pueden
llevar a cabo pruebas para identificar al agente infeccioso.
Las causas que ocasionen la conjuntivitis
influirán en su tratamiento. Para empezar, deben limpiarse los ojos, quitando
las secreciones con un paño limpio, agua hervida tibia o suero fisiológico
estéril. También suelen ser útiles las compresas frías y los analgésicos. El
tratamiento puede ser la administración de colirio, pomada o gel antibiótico.
Para mejorar la conjuntivitis alérgica o vírica, sin embargo, lo más efectivo
es el uso de gotas oftálmicas con corticosteroides, que nunca deberán
utilizarse en el caso de que la infección se haya producido por herpes, ya que
los corticosteroides empeoran la infección.
El tratamiento suele durar una semana: las gotas se administran
entre cuatro y seis veces diarias y la pomada o el gel entre dos y tres veces
al día. El gel utiliza menos veces en comparación con el colirio y no nubla la
vista (lo que sí ocurre con la pomada).
En el caso de los niños, la administración de las
gotas puede resultar mucho más compleja. Si se resisten, puede recurrirse a
tumbarles con la cabeza inclinada hacia atrás y hacia arriba, pedirles que
cierren los ojos y aplicarles la gota en el lagrimal. Después, ellos sólo tendrán
que abrir y cerrar los ojos durante unos segundos.
A los recién nacidos se les aplican unas gotas en
los ojos para prevenir los contagios por gérmenesdurante el parto. La infección
también podría darse si el bebé nace con el lagrimal obstruido, algo
que suele mejorar con el tiempo, aunque también se tienen que dar masajes,
exprimiendo el canal lagrimal hacia fuera. En el caso de que el problema
persista entre los seis y los 12 meses, deberá lavarse el conducto con una
sonda fina.
Generalmente, la conjuntivitis se acaba curando sola, pero es
importante tratarla para prevenir contagios y complicaciones. De hecho, a veces el
especialista toma una muestra de la secreción para analizarla y determinar cuál
será el tratamiento más adecuado.
OFTALMÓLOGO ESTEPONA
Comentarios
Publicar un comentario